Me encanta mi tierra y sobre todo cuando vienen desde otros lugares a disfrutar de ella. La provincia de Cádiz derrama arte y belleza por doquier, pero sin duda alguna, si hay que visitar un pueblo con encanto, es Vejer. Un balcón desde que se otea lo que fue la laguna de La Janda. Su aire oriental, sus casa blancas y sus calles que discurren como un laberinto a través del tiempo, hacen de Vejer un pueblo donde perderse es obligatorio. Perderse por sus calles, sus patios ornamentados de plantas y flores, sus plazas y como no, degustar su gastronomía. Sobre todo y lo más importante, disfrutar de la buena compañía como las dos estrellas de Galicia que se escaparon para dejar una huella imperecedera en nuestros recuerdos ¿Os apetece hacer el viaje con nosotros?
Circulando desde Cádiz por la nacional 340, nos encontraremos con un precioso pueblo que desde lejos corona el horizonte. Un cartel en la rotonda nos señala que estamos llegando a Vejer de la Frontera. Después de una vertiginosa cuesta y aventurándonos con el coche y encontramos un aparcamiento, que ya es difícil en fin de semana, pero llegamos.
Impresiona sus casas blancas y sus cuestas. Los aires de antiguo oriente y un ambiente muy agradable nos acompaña durante toda la jornada. Todo nos dice que será un día inolvidable.
Blancas casas de cal y no me canso de decirlo que son inspiración de nacimientos de Navidad. Casas en la que los desconchados parecen estratégicos y producen una sensación de viaje en el tiempo. Sus calles divididas entre sombra y sol en contraste con el cielo azul proyecta una imagen de las que llamamos, de postal.
Desembocamos en la judería por la Puerta del Sur o Puerta de Berbería. Aquí la calle enfrenta los restos de la muralla de piedras cargadas de mucha historia.